Primero creo que es importante saber de dónde viene esta palabra: la palabra trauma deriva del griego y significa HERIDA.
¿Qué podemos considerar trauma?
Cuando le preguntas o hablas con alguien sobre esto, la persona se suele imaginar un abuso, maltrato, accidentes, guerras… es decir, la “magnitud es grande”, ¿verdad? Fenomenal, la persona no va nada mal encaminada, eso es trauma, de hecho en psicología lo llamamos trauma de tipo “T” mayúscula. Pero también hay otro tipo de trauma. ¿Cuál? Los que podemos englobar en tipo “t” minúscula. Y os preguntaréis, ¿cuáles son este tipo de trauma?: los que están relacionados con situaciones de “menor magnitud”, pero que también generan síntomas y malestar significativo en la persona. Por ejemplo, podemos hablar de: desprotección en la familia, cambio de roles, o incluso expresiones faciales que provoquen fuertes emociones, como el miedo.
Es importante destacar que el impacto del trauma puede variar según la percepción y la experiencia de cada uno. Lo que puede parecer irrelevante para una persona podría ser significativo y perturbador para otra.
Estos, ya sean de un tipo o de otro, suelen generar ciertas actitudes o pensamientos que pueden generar malestar o desasosiego en el presente, como por ejemplo, que tengamos creencias erróneas sobre nosotros mismos, sobre el mundo o sobre los demás. Ejemplos de estas creencias negativas: No soy suficiente / Yo para este trabajo no valgo / Estoy en peligro / El mundo es un lugar peligroso / Las personas son malas /No puedo confiar en nadie.
¿Y tú, sientes que tienes alguna herida que quieras sanar?